jueves, 14 de noviembre de 2013

Los relatos del cthaeh: la flor roja

Sangre, la boca me sabe a sangre. Estoy sentado en una silla de oficina en una habitación oscura y vacía, mi oscuro y vacio estudio.Martha la asistenta ha recogido, lo sé por ese espantoso olor a orden.También el amargo regusto del bourbon me recorre la garganta. Me duelen demasiado las piernas como para levantarme y los brazos me cuelgan casi inútiles a ambos lados de la silla, mi camisa está repleta de manchas rojas, no sé si es sangre o pintura, probablemente sea una mezcla de ambas cosas (debo haberme peleado).Juntando todas mis fuerzas consigo levantarme y apoyarme en la mesa, que hasta hace cinco horas estaba repleta de papeles en un perfecto desorden.No recuerdo nada, quizá sea mejor así. Me tambaleo hasta la ventana, no tengo fuerzas para abrirla, un reflejo en el cristal me hace dar la vuelta, ahora debería estar contemplando mi obra maestra, un lienzo blanco de dos metros de alto y otros dos de largo en el que se representaba una rosa seca y agrietada, pero sin embargo la flor está completamente abierta y muestra orgullosa sus pétalos rojos, un rojo tan intenso que solo la naturaleza es capaz de conseguir.Un fuerte mareo se apodera de mi cabeza y un fuerte dolor me recorre todo el cuerpo, este comienza a fallar. Primero mis brazos y luego mis piernas. Me precipito hacia el suelo y mi cabeza recibe el impacto provocando un leve ruido, sobre mi cuerpo la enorme rosa despliega sus brillantes pétalos y se burla de mí.‘’Despierte, señor ‘’. Es la voz de Martha. Ya es de día pero mis ojos se niegan a creérselo (huele a hierro); cuando estos asumen que la noche ya ha terminado se entreabren para recibir los rayos de sol pero lo primero que ven es el brillo intenso de la rosa, Martha no está. Me lo había imaginado.Me levanto sin problema aunque la cabeza me sigue doliendo y me siento a observar el nuevo cuadro, ¿cómo ha pasado? Estoy seguro de que ayer la flor estaba cabizbaja y amarillenta y no consigo entender cómo en una noche ha cambiado de esa manera, los pétalos casi saliendo del lienzo y dotados de un realismo que duele a la vista.Una gota cae sobre mi oreja derecha y me arranca de mis pensamientos. Miro hacia arriba en busca de el origen de la gota y lo que veo me hace perder el equilibrio y caer de la silla, pues una rosa idéntica a la del lienzo se abre sobre mí, en el techo. Me arrastro aterrado por el suelo hasta la otra punta de la habitación y toco mi oreja con el fin de encontrar la gota que había caído sobre mi oreja y al tocarla ésta se adhiere a mi dedo, la miro; es sangre…Me acerco al lienzo y lo huelo, delata el intenso olor a metal que desprende la sangre.Me agacho a vomitar, me falta el aire…, aun así corro al baño para evitarle a Martha el tener que recoger más restos descompuestos del suelo.Cuando llego al baño y termino de toser sobre las amarillentas baldosas levanto la cabeza y me encuentro en la bañera el cuerpo desnudo de Martha flotando sobre su propia sangre, todos mis pinceles repartidos por el suelo y otra enorme rosa roja pintada sobre los azulejos de la pared.Grito y lloro, las arcadas no me permiten pensar con tranquilidad, ¿qué diablos he hecho?Tras meditar un rato me calmo y me acerco al escritorio, abro el tercer cajón y saco un revólver envuelto en un trapo amarillo, lo desenvuelvo con cuidado y lo cargo con dos balas doradas, lo apunto sobre mi frente, el cañón esta frío, mis dedos pulsan el gatillo antes de que pueda respirar y sobre la pared de mi estudio se forma una cuarta rosa roja.

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