lunes, 30 de diciembre de 2013

Por esperanza muda

Para huir del miedo compró un velero, y lo llamó Serenidad,
entregó su equipaje a las olas, su furia al viento, y su espíritu al mar.
Algunos decían que estaba vacío, que no podía distinguir la realidad; 
pero erraban. Estaba demasiado lleno, sus ojos solo veían la verdad.
No huyó por locura, fue por su esperanza muda, por pura necesidad,
la guerra le había arrancado el alma, la paz…sus fuerzas para luchar.
No quería alejarse de su familia, ni de los hombres en general,
no…no de los hombres, solo de su necedad.

sábado, 28 de diciembre de 2013

"Héroes"

Hace frío ahí fuera, mamá.  Tras la lona de mi tienda, los soldados se reúnen en torno a las fogatas. Ni siquiera pueden soñar con volver a ver la luz del sol, en esta tierra de noches infinitas y días grises. El sol de fuera es de mentira, ni alumbra ni da calor.
Mientras escribo esto, esperando a recibir más galardones por mi supuesta heroicidad, más hombres siguen muriendo ahí fuera, bajo la sombra de una bandera que nunca dio nada por ellos.
Cuando salen ahí solo se tienen a sí mismos.
Buenas noches mamá, espero volver a verte.

Hoy he despertado alterado. He vuelto a soñar con él, mamá. Como siempre, estábamos en las trincheras y él se lo tomaba como un juego. Se reía y eso a mi me ponía de los nervios.
No estaba a penas asomado, mamá... No debieron ni verlo...
Mientras rie, una bala le atraviesa y le veo caer sobre mi. Tiene la cara ensangrentada y su mirada está vacía.  Mis ojos se empañan de lágrimas y es ahí cuando despierto, como todas las demás noches.
Él no tenía que estar aquí, jamás tuvo que venir... Me siento culpable...
Nunca le dije lo mucho que le quería y que, a pesar de todo, estaba orgulloso de él.
Aquí en el campamento me siguen llamando héroe, pero lo que no saben es que por dentro me estoy derrumbando. Hasta los héroes son humanos.

No soporto más esta estúpida guerra. Hoy he pedido el permiso para poder volver a casa. Me lo han denegado. Dicen que no pueden permitirse que se vaya uno de sus mejores hombre. Lo que no saben es que ese hombre ya no está aquí, que se fue junto a su hermano.

Ha amanecido un nuevo día,  con el mismo gris deprimente de siempre. Dicen que la guerra está a punto de terminar, pero eso mismo llevan diciendo demasiado tiempo.
No aguanto más, mamá.  He llegado al límite de mis fuerzas. El peso de la muerte que cargo sobre mi espalda es demasiado.
He tomado una decisión.
Dile a papá que le quiero, a mi hermana que sea fuerte. Cuidad bien de los abuelos. Mamá, te quiero.

La lluvia empapa los cristales al igual que las lágrimas mis ojos. La soledad se cierne sobre mi cual sudario sobre el muerto. En realidad he muerto, mi corazón ya no late desde que tú te fuiste y solo dejaste tu ausencia, esa ausencia que me deja sin aire, sin aliento. Aún por las noches siento el tacto de tus labios sobre los míos, tu respiración sobre mis mejillas, pero se desvanece, se desvanece como las esperanzas de tenerte. Me duele tanto que no estés aquí que a veces pienso que algo dentro de mí se desgarra, y me aprieto fuerte el estómago por miedo a que se rompa del todo. Hay veces que al cruzarte por mi mente, al formarse tu imagen en mi pensamiento, siento un golpe seco en mi pecho que parece que mi corazón se detuviera por un momento. Ojalá fuera así, ojalá de verdad muriera, no tendría que aguantar este amargo sentimiento ni ese vacío en las entrañas. No más soledad, mi cuerpo abandonado de toda vida acabaría enterrado en un hoyo frío sin más lágrimas, sin más pesar. Nadie de mí en cierto tiempo se acordaría, ni siquiera tú que tanto en un beso me llegaste a dar, ni siquiera los cuervos a mi tumba se vendrán a posar.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Capítulo I - Silencio y Oscuridad

Era una noche con luna, Vahian se puso en pie mareado, no sabía el tiempo que había pasado, pero podía observar que la batalla había terminado. A su alrededor miles de cuerpos  yacían sin vida y la huella de la muerte penetraba hasta en los huesos, mientras el hedor y la carne atraían a decenas de aves carroñeras que se arremolinaban entre graznidos de regocijo.

Vahian interpretó el vacío rumor del silencio como una oleada de soledad que le pesaba más que su coraza, e intento pensar en los campos de Thyrel, en la preciosidad de los valles bañados por un sol radiante, el eco del agua fluyendo y el ir y venir de los Bengalíes, posándose en las ramas de los grandes árboles que extendían sus raíces a lo largo de todo Thyrel. Pero de nuevo recordó que jamás volvería allí, la batalla había terminado, es cierto, pero no la guerra, y los magos eran los más demandados en la guerra, Vahian no podía hacer nada.

 Mientras pensaba en esto, se dio cuenta que las aves ya no graznaban, de repente un resplandor, seguido de un fuerte torbellino de aire, y de nuevo silencio. Vahian se giró a la vez que cargaba energía para defenderse, pero solo vio una mortecina luz procedente de un hombre que parecía estar muerto, pensándoselo dos veces, decidió acercarse.  Se fijó que la luz procedía de un objeto, oprimido fuertemente en una mano de aquel hombre, -un mago-, pensó Vahian, se acercó más aun, haciendo demasiado ruido, el mago se tensó y la luz volvió a brillar, Vahian, alarmado dijo en voz alta:
-Tranquilo, no quiero hacerte daño, tervesic ilet yar.
El hombre se relajó, miró a Vahian y dijo:
-Cirn de Skavoh, por favor…
No acabó de hablar, porque las lágrimas se lo impedían, y en un intento de abrir la boca de nuevo, cerró los ojos para siempre.

 

martes, 3 de diciembre de 2013

Resolución




Volvió de universidad a altas horas de la noche.  No entendía muy bien el motivo, pues aquel día había sido como otro cualquiera, pero por alguna razón no se encontraba bien.  Lo único que quería era meterse en la ducha para siempre.

Cuando llegó al apartamento cerró la puerta con llave, dejó las carpetas y el bolso sobre la mesa y fue directa al baño.  Allí abrió el grifo de la ducha, se desvistió y entró en ella.
El agua estaba a la temperatura perfecta para una fría noche de Noviembre, caliente, pero lo justo para no llegar a quemarse.
Dejó que el agua corriera por su cuerpo, salpicando desde su frente las paredes.  Y fue entonces cuando se echó a llorar.  Lloró por quien era, lloró por quien fue, por quien seria y por quien no seria.  Y lloró todo lo que no había llorado en toda su vida.


Varias horas después salió de la ducha.  Había tomado una decisión.